Gerard trabajaba como técnico de sistemas en AXA y su interés por la programación hizo que aplicara para los cursos de ISDI Coders. Superó las pruebas de acceso y ahora se prepara para empezar el curso de desarrollo web de verano. Las últimas semanas ha recorrido casi a diario los 26 kilómetros que separan ISDI Coders de Polinyà, ciudad en la que vive, para estudiar, coger ritmo y empezar lo más preparado posible el curso.
Gerard se obliga a venir a la escuela para conseguir el objetivo que se ha marcado: trabajar como developer en septiembre. Sabe que el curso es duro pero es consciente que si quiere conseguir ser un ISDI Coders Coder y formar parte de la comunidad de alumnos, tiene que implicarse al 100% en el proceso. Sabe que darlo todo durante varios meses tendrá su recompensa.
Dedicarse a algo que le apasiona
Reconoce que no fue un buen estudiante, pero por primera vez ha encontrado algo que le gusta. Al venir a la escuela quiere rodearse del entorno en el que vivirá durante tres meses, come con los alumnos del curso de abril, puede preguntar a los profesores y empuja a sus futuros compañeros cuando tienen dudas con los ejercicios del curso de preparación.
Miedos
Tener delante un curso pesado, intenso y rápido como un bootcamp da miedo. El curso de ISDI Coders es especialmente difícil por la profundidad a la que llegamos y lo estrictos que somos con el testing (TDD) y la aplicación constante de principios de ingeniería de software. Frases como «no sabré hacerlo» o «no lo entenderé» son habituales. Poco a poco, preguntando sin miedo, con los compañeros, con los profesores asistentes y mucha tenacidad, las cosas van saliendo.
Cada vez las cosas cuestan menos
Gerard nos comenta que si, al principio, un ejercicio le costaba 10 (en una escala del 1 al 10), la segunda vez le cuesta 4. Ha descubierto una de las cosas más importantes del curso: la primera vez parece imposible, pero si se persevera, la segunda vez que se afronta un problema, duele menos, y menos, y menos… Cada vez se siente capaz de hacer más cosas. Incluso se sorprende cuando sus compañeros, que quizás han programado antes, le preguntan dudas. Le pasan código, es capaz de entenderlo y ayudarles. «¿Cómo me podía imaginar esto? En un mes… no me lo esperaba«, nos dice.
Aprender en grupo
Sin la asiduidad de Gerard, cada vez más alumnos del grupo se unen a las sesiones de estudio o quedan una vez por semana en algún bar para prepararse juntos. Algunos vuelven de viajes, otros dejan ya su trabajo y dedican las últimas semanas antes de empezar a prepararse al máximo.